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1 de noviembre de 2012

CAPILLA DEL CRISTO, I



En este recorrido que hacemos del Santuario, la "Capilla del Cristo", merece un capítulo aparte. Situada junto al presbiterio, en su mismo plano horizontal y separada por pared de él. Se ha escrito mucho sobre este recinto y las personas relacionadas; añadiremos detalles de su vertiente humana para sentirlas más cerca.


Que la capilla fué costeada por los Orive Salazar, linaje y solar en Sojo, lo precisan los historiadores. Había miembros de la familia establecidos en Arceniega cuando nació el fundador de las Obras Pías, Pedro de Orive Salazar; su padre era alcalde de la Villa. Y estaba ya enterrado en esa capilla, cuando -por testamento- decidió ser también enterrado en élla. Se supone que, familiares posteriores siguieron tomando decisiones en tal cuestión.
 Lo cierto es que hoy en día y, desde hace mucho tiempo, no están sus restos mortales en ese recinto según fué su voluntad y, suponemos, su gran ilusión. Eso significa un baldón para Arceniega, puesto que tanto recibió de él. Orgullos, envidia y ambiciones serían la causa. Es algo que, por desgracia, sucede con frecuencia.


Los expertos calculan que el retablo con el Cristo es de principios del siglo XVI. Las figuras, Dolorosa, San Juan y Magdalena, son posteriores pero también de las primeras décadas de ese siglo. Todo ello anterior al resto que completa retablo y altar, barroco, con hermosas columnas salomónicas.

 
Entre nuestras lecturas infantiles casi, sí adolescentes, las poesías nos deleitaban y las aprendíamos de memoria porque resultaba facil retenerlas. Había un soneto a Jesús, precioso, hermoso, así nos parecía ya que trasmitía "el amor al amor"... La imagen expresiva de Cristo -sin expresión- en esta capilla invita a plasmarla junto a El, puesto que siendo de un anónimo es de todos y coinciden en el tiempo, siglo XVI.


ANÓNIMO

SONETO A JESUS CRUCIFICADO

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera.


Lo que llama poderosamente la atención entre todo ese rico adorno de ménsulas, columnas, guirnaldas, conchas, ángeles completos y caras de angelotes, son otras caras que -hasta parecen de oro macizo-  están situadas en el arco apuntado, tres a cada lado. Sus facciones y el modelo de pelo y adorno de cuello, hacen pensar en indias, en criollas. 


Leemos en el libro editado por Diputación Foral tras la restauración del Calvario: "Un rasgo de distinción y situación acomodada fué tener esclavos negros e indios, como los que disponía Don Pedro de Orive. En concreto le acompañaban tres, a los que dejó en libertad tras su muerte, Sebastian, Cristóbal y Juana Criolla, "una joven negra, nacida en la isla de Santo Domingo de la Isla Española, de edad de treinta y dos años, de buen cuerpo y con un lunar debajo del ojo derecho".

Entre sus voluntades se lee: "23- Juana mi esclava quede libre luego de fallecer yo. Que mando que Juana mi Esclava, que este que quede dicho, luego, que yo fallezca sea libre, y ovrar por hazer de si lo que quisiera, que desde entonces es mi voluntad lo sea por el buen servicio, que me ha hecho, buena obra de caridad."


No hay duda sobre los sentimientos, de fidelidad por parte de Juana y de gratitud de Don Pedro. Nos preguntamos, ¿esas caras tan "de mujer de tierras recién descubiertas", no serían encargadas por el mismo D. Pedro o familiares, al querer rematar el retablo de la Capilla?. Y con el mandato de que no se escatimara el oro... ¡Es pena no poderlas saborear al situarlas tan arriba!


Sabemos que D. Pedro marchó a América, viajó mucho, ocupó puestos importantes e hizo gran fortuna; se mantuvo soltero. Atento a las necesidades de otros, de familiares sobre todo; al morir un primo en Cartagena de Indias se hizo cargo de su familia. Trasladó los siete hijos a España, a Sojo, los dejó -con la herencia en orden- al cuidado de su abuelo, señor de la Torre y tío suyo.
De ese primo, Tristán de Orive, cuentan los historiadores que trató con el famoso “pirata inglés Drake”, al cual pagó 107.000 ducados para que abandonara la ciudad de Cartagena de la que se había apropiado. Es un detalle sobre la valía de estos Orive Salazar. 

Un dato curioso que nos trasmite D. José Iturrate en su libro sobre la Encina ya citado, al comentar los aspectos abarcados por la fundación de Don Pedro, referente al que trata de "la dotación de doncellas pobres": ...las que se casan con la dote de esta fundación han de contraer matrimonio en la capilla del Cristo de la Encina; las jóvenes que han ingresado en un convento con esta dote, presentarán, por mediación de un familiar, certificado de su ingreso en religión, en la citada capilla el día 14 de septiembre, fiesta de la Cruz. 

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